sábado, 25 de marzo de 2017

Crítica personal: Memorias de Idhún II - Tríada

Título: Memorias de Idhún II: Tríada
Autora: Laura Gallego
Editado en España por: SM

Sinopsis:

“El dragón y el unicornio han llegado… El dragón y el unicornio están aquí…” La noticia corre como la pólvora entre los Idhunitas contrarios a la tiranía de Ashran el Nigromante. Crecen así las esperanzas de que la ansiada profecía se cumpla y el mundo de Idhún sea liberado. Y, sin embargo, la guerra sigue y los miembros de la Resistencia toman caminos diversos. Además, ¿cómo creer en Jack y Victoria, si Kirtash, el shek, está con ellos?

Crítica personal (puede haber spoilers):

Los intensos acontecimientos narrados en el primer libro de esta trilogía a duras penas fueron la premisa de lo que de verdad estaba por llegar.
Finalmente, una vez encontrados el dragón y el unicornio, la Resistencia decide dejar atrás la Tierra para regresar a Idhún. La profecía parece estar dando los primeros pasos hacia su culminación, pero nadie contaba con que Kirtash, un shek e hijo de Ashran, se “uniera” a sus filas por sus inesperados sentimientos por Victoria (encarnación humana de Lunnaris, el último unicornio); o que esta no sólo le corresponda, sino que al mismo tiempo sienta amor recíproco hacia Jack (encarnación de Yandrak, el último dragón), el cual atesora un odio instintivo correspondido hacia el joven con el que comparte el corazón de su amada.
Los pueblos que ansían la libertad de Idhún a duras penas soportan el yugo del Nigromante, volcando sus esperanzas más en esa profecía que en esa Resistencia que comienza a buscar vías de crecer y fortalecerse ante un conflicto tan desnivelado como inexorable. Pero nadie entenderá cuan importante puede ser el extraño vínculo que unen al unicornio, el dragón y el shek; además de inverosímiles verdades tras las palabras de los oráculos.

Tríada nos sumerge en una aventura de proporciones homéricas, junto a un triángulo amoroso singular que tendrá demasiado que ver con el destino de la confrontación entre la Resistencia y los aliados que recopilen por el camino contra la tiranía de Ashran y los sheks. Este segundo libro, aunque tenga de por medio una mayor presencia de un cliché típico que es una profecía, alardea credenciales de ser un entramado finamente hilado con secretos, intrigas, mentiras y traiciones; con la acción trepidante que preña cada página; con la impertérrita voluntad de los miembros de la Resistencia tanto en sus objetivos comunes como en otros más personales; con la minuciosa pulcritud de las jugadas de Ashran en esta partida tan decisiva en ese exótico y atractivo escenario que es Idhún; con todo lo que puede surgir entre los tres jóvenes cuyos destinos y sentimientos se entrelazan.

Uno de los puntos fuertes de Tríada es que se muestra al fin Idhún como mundo en todo su esplendor, con un detalle en todos sus aspectos perfectamente concebidos (geografía, razas, culturas, creencias, etc) y con una coordinación y coherencia que agrada al lector y espolea la curiosidad por ese lugar tan recóndito al nuestro. Además se profundiza claramente en reflejar como es ese mundo en los años de tiranía del Nigromante, donde los mezquinos han sabido como dar rienda suelta a sus peores deseos y ambiciones, donde los justos y débiles a penas se les permite callar y cabizbajar ante la injusticia a la que parecen haberse acostumbrado del todo.

Este segundo libro es donde más se marca el verdadero despertar de Victoria y Jack como unicornio y dragón, además del conflicto interno que sufre Kirtash entre el shek de su interior y ese lado humano que se ganó el nombre de Christian. Llegué a sentirme, sobre todo cuanto más avanzaba la novela, que cada uno de estos tres personajes representaba dos entidades separadas en un mismo recipiente, que a veces puedan debatirse en conflicto entre el lado humano y el instinto de la criatura sobrenatural; y al mismo tiempo, convertirse esta dualidad en dos piezas conexas inseparables y dependientes la una de la otra, capaces de armonizar si cada uno de estos personajes encuentra su propio punto de balance.

Sin duda, al igual que todo lo que implica la profecía y el inminente conflicto decisivo, se vuelve más crucial y complejo, página a página, el triángulo amoroso Jack-Victoria-Christian. Primero por el hecho que ella ame exactamente igual a ambos muchachos y que mantenga una relación con ellos de manera simultanea cuando están a su lado, aunque esto no implica la total conformidad de ellos dos. Por otra parte está ese virulento punto de tensión entre Jack y Christian, aunque sea el primero el único que da señas claras de celos y exigencias, porque aquí entra en juego, para complicar más todavía la ecuación romántica, el odio inevitable y racial que se profesan el dragón y el shek, toda una prueba a afrontar cada vez que ambos están cerca y que tratan de mantener a raya lanzarse el uno a la yugular del otro a la primera de cambio por el amor que sienten sus lados humanos… pero nada garantiza que esa tregua sea tan indefinida como desearía Victoria.
También se distinguen los dos universos tan distintos que son ambas relaciones por separado. Jack es más apasionado, expresivo y ligado en sus sentimientos, mientras que Christian es más independiente y libre pero no por ello menos sincero y desvivido que el otro; y aquí choca el gozo emocional de Victoria con cada uno de ellos, a pesar de esa marcada diferencia. Además, otro aspecto interesante es la relación que previsiblemente inician Jack y Christian al comienzo del libro, cuando logran atar lo suficiente corto ese odio ineludible; lejos de que puedan ser amigos propiamente dicho, pero sí cordial y respetuosa hasta cierto punto dentro de esa difícil situación cuando anteponen a Victoria, al comprender a su vez que el otro la ama con la misma franqueza y que privárselo sería un egoísmo que pondría en tela de duda la franqueza de su amor hacia ella.

Tríada se compone por Despertar y Predestinación, de catorce capítulos cada uno, con un prólogo al comienzo del primero y un epílogo cerrando el segundo, y una vez más la voz en tercera persona se encarga de la narración.  Ambas partes corresponden a los libros tercero y cuarto de los seis que originalmente compusieron la obra antes de su conversión oficial y definitiva en trilogía.
El estilo narrativo y la creatividad de Laura Gallego siguieron sin darme motivos de decepción, además de regalarme aquí uno de esos casos que rompe mi rutina de lectura en que una segunda parte decaiga ligeramente respecto al inicio. Si La Resistencia me lanzó un cabo, Tríada me espoleó a asirme a esta lectura con fuerza. Una prosa detallada pero directa, intensa sin ser abrumadora, junto a la concepción de un mundo preñado de fantasía y aventura que se ganan fácilmente el calificativo de “épico” son claros ejemplos de que Memorias de Idhún sea la obra estandarte de esta excelente autora. Otra virtud de la narrativa de Gallego digna de elogio y admiración es el amplio abanico de emociones que rezuman sus personajes, tan distintos entre sí, del amor al odio, pasando por la tristeza, la alegría, el deseo, el anhelo, la rabia y la impotencia entre tantos; un mar de sentimientos que pasan muchas veces de uno a otro de manera súbita pero sin que esto se vuelva un caos. Si argumentalmente logra equilibrio, su pluma también al transmitir dulzura sin caer en líneas empalagosas y el dinamismo que está lejos de resultar vacuo.

Victoria, quizás el eje más crucial de Memorias de Idhún, es un personaje que me produjo empatía y a su vez supuso un reto para la comprensión. Su personalidad agrada, gentil y frágil pero decidida y obstinada; aunque eso no facilitaba tanto el vislumbrar lógica sobre sus complicados sentimientos. Sin embargo, se irá dando a entender un poco mejor el porqué de esta forma de amar tan extraña a esos dos jóvenes destinados a un odio racial insuperable por más que ellos lo retengan. Del mismo modo, se irá mostrando más la influencia del unicornio en su personalidad para explicar mejor la forma de ser de Victoria. En general, un personaje con el que disfruté leyendo, es especial por la repercusión sobre ella de distintos acontecimientos de esta trama en los que a veces su corazón noble y su doble amor despedido pueden llegar a ser su propia perdición. Llegó a sorprenderme en gran medida, además de emocionarme y consternarme a lo largo de la segunda mitad del libro.
Jack llegó a agradarme en mayor medida que en La Resistencia. Por un lado, no deja de ser un muchacho como cualquier otro, y eso se demuestra lo que le cuesta digerir que la dicha de gobernar en el corazón de Victoria implica un reino con dos coronas. En Tríada se vuelve más nítida y firme la línea de su evolución y maduración tras cada acontecimiento que fraguará en él alguien nuevo pero que tampoco deja de ser ese Jack del comienzo. Quizás de los tres principales es el que más se encuentra a sí mismo, sobre todo en lo que se refiere a Yandrak.
Kirtash/Christian sigue siendo un personaje interesante de leer, sobre todo porque aquí se nos regala la oportunidad de conocerle mejor; sobre todo de lo que está implicando en él sus sentimientos por Victoria o la superficial relación que mantendrá con otras personas, en particular Jack. Se indaga más allá de la imagen de asesino que se ganó el temor de todos los idhunitas, o del híbrido humano y shek que lo convirtió su padre. Se nos muestra su frialdad e indiferencia prácticamente incurable que su amada y parcialmente su antagonista son de los casos puntuales capaces de traspasar, pero muy intrínsecamente se llega a vislumbrar que no es el cero absoluto a nivel de emociones. El estigma de su historial de muertes y la facilidad con la que ignora el valor de la vida será algo muy marcado en él, pero que no dejará de entreverse que eso es sólo la punta más sombría del iceberg de su persona. Su forma de amar trata de demostrar que la independencia y la libertad en una pareja no están reñidas con la ligadura entre sendos corazones. Aunque su proceso de desarrollo no me resultó tan acentuado como el de Jack, Kirtash tampoco me dejó indiferente.
Son muchos los personajes que se muestran aquí. Viejos conocidos como Alexander, Shail y Allegra a los que sumar caras nuevas que se unen para expandir y enriquecer tanto la trama como el escenario principal. Y resultó agradable en buen grado como estas pequeñas piezas llegan a destilar una presencia y una participación mucho más grande de lo que puede esperarse de secundarios, con historias y dilemas personales enredándose con acciones vinculadas a los acontecimientos principales que se explotan más de lo que me cupe esperar al iniciar esta lectura. De algún modo, en general, este amplio abanico de personajes, entre humanos y otras razas de Idhún, son un gran sostén tanto para el trío protagonista como al porvenir marcado por la profecía.
Ashran el Nigromante siguió pareciéndome un antagonista bastante interesante. Cumple su rol con los criterios más clásico, pero al mismo tiempo con evidentes pinceladas que lo alejan lo suficiente de los clichés. Algo positivo en este personaje es su velo de misterio que supone tanto sus metas verdaderas, las sendas por las que quiere encauzar en verdad sus planes y, obviamente, su propia persona. Sorprendentemente inquietante en sus apariciones, pues uno no evita recelar de él por su temple incluso en momentos en que parece estar en jaque o que ocurra algo en la trama que evidencia más el peligro que corre su supremacía; porque a veces da la impresión de que va más de un paso por delante, incluso cuando todo parezca ir poco a poco en su contra, sin que la profecía o las decisiones de las piezas principales de la misma le perturben lo más mínimo.

A groso modo, Tríada es una continuación atractiva e intensa que engrandece la trilogía, con giros en el argumento que la hacen escasamente previsible, un ambiente de fantasía y de aventura que atrapa. En general, y para agrado del lector, los caminos que siguen tanto la trama principal como el factor romántico son difíciles de anticiparse, y en general logran impactar con asiduidad; sobre todo en esa parte intermedia entre el tercer y cuarto libro.
El final no es menos que soberbio, con promesas de ser determinante pero dejando la incertidumbre necesaria para picar a adentrarse sí o sí en Panteón. Aunque muchos acontecimientos de la trama puedan darse por cerrados al final de estas líneas, no todo estará tan atado como muchos habitantes de Idhún puedan dar por sentado, en especial las propias tribulaciones de los principales implicados de la Resistencia; porque todavía les depara mucho más allá de estos acontecimientos narrados en Tríada, y seguramente en una escala superior a lo narrado en estas páginas. Y algo que me agradó en este aspecto fue el epílogo: impactante y demoledor, inesperado saliéndose de toda conjetura, capaz de dejar al lector abrumado e incrédulo hasta que pueda sondar el último capítulo de esta trilogía que, a estas alturas, se ha ganado el adjetivo de memorable.

Uno de los atractivos de este libro, a nivel edición, es su diseño. Sus páginas y su sobrecubierta siguen la línea de La Resistencia, pero la cubierta inferior, tanto en su exterior como en sus caras interiores, regala ilustraciones de esta historia (de Marcelo Pérez) y un mapa bastante detallado de Idhún (de José Luis Navarro); elementos que la hacen ganar frívolos puntos a esta lectura.

Conclusión: Un mundo fantástico y mágico lleno de posibilidades, con una trama llena de acción y una historia de amor a tres bandas que se compenetran y equilibran a la perfección en el argumento de este segundo libro. Los sentimientos de Victoria, Jack y Kirtash tendrán mucho que decir en la profecía, mientras algunos están dispuestos a luchar por Idhún, moviéndose creyendo en sí mismos independientemente a las palabras de los oráculos. Tríada es el perfecto cantar de los juglares de ese mundo que narre el principio de un final… o el preludio que de pie a otro cantar aún por entonar en Panteón.


Mi valoración global: 5/5

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