martes, 18 de noviembre de 2014

Crítica personal: Cómo Seducir a un Hetero

Título: Cómo Seducir a un Hetero
Autor: Diego Manuel Béjar
Editado en España por: Stonewall

Sinopsis:

¿Qué gay no ha se enamorado de un hetero? Eso es lo que le pasa a nuestro impulsivo protagonista, obsesionado con el quiosquero de su barrio. Lo que en un primer momento es un inocente juego toma otro cariz cuando se le presenta la oportunidad de compartir piso con el objeto de su deseo. Antes de que pueda darse cuenta, se verá involucrando a sus amigos en toda una aventura. Ese tórrido verano en Madrid cambiará su vida.

Cómo seducir a un hetero es una entretenida comedia romántica basada en hechos reales. Cargada de ironía, nos lleva a reflexionar sobre nuestras relaciones y nuestras metas.



Crítica personal (puede haber spoilers):

Obra no recomendada para menores de 16 años

La verdad, hacía tiempo que quería estrenarme con este género literario que, desgraciadamente, acaba más bien en la sombra de las inquietudes literarias en general; y finalmente me he lanzado con esta novela de título tan singular. Francamente, fue bastante mejor de lo que podría haberme imaginado a priori.

Tenemos a un protagonista que cae prendado de un quiosquero próximo a su residencia, un flechado certero, al menos en lo físico. Al principio es un enamoramiento sin malicia que no va más allá de las fantasías y los deseos febriles en la intimidad; pero las voraces ansias de nuestro protagonista no parecen conocer límites, sin contentarse con sólo verle con la excusa de comprarle coleccionables por doquier con tal de verle con regularidad. A medida que va grabándose a fuego todos los registros sensoriales posibles de Jorge, el interpelado, nuestro protagonista irá acercándose poco a poco a él con más acecho, hasta el punto de presentarse, como caída del cielo, la oportunidad de compartir piso con él.
Una telaraña de mentiras, al comienzo piadosas, arrastrarán al protagonista en su búsqueda de estar más cerca de Jorge, de conocerle más allá del superficial e insustancial protocolo entre quiosquero y cliente, más allá de esa envoltura corpórea que espolea con ansias su testosterona, de tratar de buscar un resquicio que le brinde ser correspondido a los sentimientos que le profesa en secreto, o al menos poder darse un “buen homenaje” en la cama con él. Hasta tal punto le llevará su fascinación y sus intentos de cortejo, que salpicará con estas mentiras y pantomimas a otras personas, como por ejemplo Sebas, su mejor amigo y antigua pareja.
Lo que no sabe nuestro protagonista es lo delicada que es la línea entre el ideal y la realidad, y lo contrapuestas que pueden ser. Sabrá, entre la rabia y el placer superfluo, que hay que tener cuidado con lo que se pueda desear, y más si quiere conquistar a alguien que no juega en tu mismo equipo…

Cómo Seducir a un Hetero fue una lectura bastante atípica para mí, en cierto grado impactante por sus peculiaridades, con una facilidad por parte del autor de enredar al lector en tantísimas emociones y en diferentes situaciones en ese periplo tan singular del protagonista.
Ya de antemano, nos deja claro en el preámbulo (con desparpajo ácido y certera exposición) que está basado en hechos reales del propio autor (quien él mismo es el protagonista de la novela, aunque nunca manifiesta en sus páginas su nombre, ni real ni modificado como suele ser en este tipo de narrativa); lógicamente, tiene que haber sus pinceladas y cambios para dar mayor interés a la materia prima que es la vivencia personal que modeló para crearla.

Así pues, sumándose la exposición en primera persona por parte del autor/protagonista al grado de veracidad que este aporta, tenemos una obra potencialmente visceral. Esta novela le caracteriza por situaciones preñadas de un humor más bien gamberro, tan certero, a veces muy directo, pero también posee pasajes un tanto perturbadores, que incluso pueden llegar ser tan deprimentemente reales como maliciosamente sarcásticos.
Además de lo que trata la trama en sí, en Cómo Seducir a un Hetero me topé con ironía en estado puro en tantos aspectos, empezando por el entorno LGTB (creo que engrandece al autor el hecho de reírse de uno mismo para poder reírse de los demás con todas las de la ley). En algún momento que otro me ha dado que reflexionar un poco entre tanta sátira desinhibida.
                                                                                                                        
El estilo de Diego Manuel Béjar fue, simplemente, bastante atípico para mí en varios aspectos. Su escritura es bien cuidada, sencilla y profunda a un mismo tiempo. Con un trazo muy canalla y mordaz capítulo tras capítulo que se suma para concebir una historia interesante a la par que amena, siendo bastante fácil de leer. Su prosa rezuma libertad hasta tan punto que, literalmente, no tiene pelos en la lengua ni pudor (pero sin caer en algo sumamente explícito y vulgar) a pesar de ser comedido en su justa medida.

Nuestro protagonista es, claro está, homosexual, descrito como un hombre normal más bien del grupo “bears” según el argot; algo que en buena parte le ayuda a no pregonar por sí mismo su orientación sexual ante el foco de su interés. No es un mal tipo, pero tampoco es un santurrón, simplemente muy humano. Un ejemplar más de la selva gay de Madrid, y como hombre, también tiene sus apetencias por la carne, que sumado al enamoramiento desmedido e idealizado al que se agarra desesperadamente como una lapa tenemos como resultado un personaje muy vívido y un tanto caótico en ciertos aspectos. Ciertamente, uno puede llegar fácilmente a reírse con (y de) él a raíz de las desventuras, penurias y enredos que le llevará su afán; he llegado a empatizar bastante con este peculiar protagonista, sin olvidar algún momento de censura propia a ciertas acciones suyas o poner los ojos en blanco algún momento ante el desespero de sus ardides de amor.
Otro personaje destacable es Sebas, el mejor amigo del protagonista, un tipo de relación poco frecuente de tener con quienes hayan sido tu pareja en el pasado. Un joven alocado (en muchos sentidos del adjetivo) completamente desinhibido, de vida bastante alegre en sus relaciones con los hombres en general. El capricho del corazón de su ex y amigo le empapará bastante, pero a la hora de la verdad cumplirá bien su papel de buen amigo; a la par que conoceremos mejor lo más intrínsico de este personaje con cierto potencial tras su carácter brioso y efervescente, al igual que sondaremos las diferente facetas de su relación con el protagonista, tanto presente como pasada. Posiblemente un personaje que disfruté leyéndolo.
Jorge, a ojos del autor/protagonista/narrador, es el ideal de macho ibérico por así decirlo, más bien alejado del cano de belleza masculina más frecuente en estos tiempos. Para nada lampiño, de rostro varonil, buen cuerpo pero claramente natural, curtido por trabajo y no por horas diarias en un gimnasio o siguiendo una rigurosa dieta. Es un personaje que vamos conociendo a la par que el protagonista lo hace a medida que se estrecha la interacción y la relación entre ambos. Considero que el autor, a todas luces, ha reflejado mucho en Jorge la actitud más estereotipada aunque bastante real del tipo de hombre heterosexual al que vemos pertenecer este quiosquero. En general, me resultó bastante banal, incluso vulgar, con una capacidad tan limitada poco más allá de su lívido.
Estos tres son, a fin de cuentas, los personajes que más relevancia tiene la obra, habiendo unos pocos más que cumplen su puntual papel que aportan consistencia y solidez a esta historia ligera. Entre estos, destacaría a Nando, el último ex del protagonista, que la verdad esperaba algo más de éste para enriquecer la trama pero resulta poco aprovechado como elemento; quizás es que en el hecho real tampoco es que aportara mucho más a la hora de convertirlo en novela.

Uno de los mayores atractivos de este libro son las ilustraciones que preceden a cada capítulo, obra de Gabriel Antille para esta novela. Cada una las cuales refleja acontecimientos que no tardarán en ser leídos por el lector, que además nos ayudará no sólo a ver mejor la escenificación de los hechos Cómo Seducir a un Hetero, sino también a tener una imagen más nítida de sus personajes. Sin duda, un complemento acertado para enriquecer esta edición sencilla pero elegante.

La historia, en general, me gustó. Realidad y ficción bastante balanceadas, con un desarrollo que no me ha dejado indiferente, a lo largo de momentos cómicos, disparatados, desesperados, impactantes y virulentos por doquier. Aunque hubo elemento que, para mi gusto personal, podrían haberse explotado más que otros; puede que el autor hiciera todo lo posible sin variar demasiado la base verídica de la trama.
Su final me agradó, simplemente. Por un lado, resulta muy precipitado y crudo, hasta el punto de dejarme estupefacto el momento más crucial de esta novela. Y su último capítulo puede resultar algo incierto y especulativo, posiblemente esperanzador a su vez según la visión de cada lector. Que su desenlace llegue tajante puede ser algo muy bueno en muchos casos, pero creo que fue un tanto abrupto y que podría haberlo estirado un poco antes de que el final cayera por su titánico peso.

Personalmente, no me extrañaría que algún director se interese por llevar este manuscrito a la gran pantalla, puedes Cómo Seducir a un Hetero es, en verdad, materia prima potencial para el cine español. Ya los comentarios de otros escritores en la contracubierta lo especulan; incluso el propio Diego Béjar deja caer en sus páginas bastante en broma, pero ahí lo deja caer por si cuela… Tiempo al tiempo.

Conclusión: Una comedia divertida, pero también cruda en su justa medida, que no puedes dejar escapar si consideras tu mente lo suficiente abierta para ver como un ejemplar asiduo de Chueca se enamora de un hetero, dispuesto a robarle a San Judas Tadeo el título de “patrón de las causas imposibles”. Toma con una mano la de nuestro anónimo protagonista y con otra la de Sebas para descubrir como termina este peculiar enredo, pues creo que puedes, como mínimo, resultarte entretenido, aunque sea para adentrarte en una narrativa un tanto atípica.


Mi valoración global: 4/5


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