miércoles, 27 de mayo de 2015

Crítica personal: Los Años de Peregrinación del Chico sin Color

Título: Los Años de Peregrinación del Chico sin Color
Título original: 色彩を持たない多崎つくると、彼の巡礼の年
(Shikisai wo motanai Tasaki Tsukuru to, Kare no Junrei no Toshi)
Autor: Haruki Murakami
Editado en España por: Tusquets Editores

Sinopsis:

Cuando Tsukuru Tazaki era adolescente, se sentaba durante horas en las estaciones para ver pasar los trenes. Ahora, con treinta y seis años, es un ingeniero que diseña y construye estaciones de ferrocarril y que lleva una vida tranquila, tal vez demasiado solitaria. Cuando conoce a Sara, una mujer por la que se siente atraído, empieza a plantearse cuestiones que creía definitivamente zanjadas. Entre otras, un traumático episodio de su juventud: cuando iba a la universidad, el que fue su grupo de amigos desde la adolescencia cortó bruscamente, sin dar explicaciones, toda relación con él, y la experiencia fue tan dolorosa que Tsukuru incluso acarició la idea del suicidio. Ahora, dieciséis años después, quizá logre averiguar qué sucedió exactamente. Ecos del pasado y del presente, pianistas capaces de predecir la muerte y de ver el color de las personas, manos de seis dedos, sueños perturbadores, muchachas frágiles y muertes que suscitan interrogantes componen el paisaje, pautado por las notas de Los años de peregrinación de Liszt, por el que Tsukuru viajará en busca de sentimientos largo tiempo ocultos. Decididamente, le ha llegado la hora de subirse a un tren.
Crítica personal (puede haber spoilers):

Tenía muchísimas expectativas a este título, ya que escuché muchas maravillas sobre su autor y la práctica totalidad de su obra. Esta primera incursión mía a la narrativa de Murakami, y me agradó en gran medida aunque no terminara de conectar con la novela como esperé a priori.

La historia de Tsukuru Tazaki, quien su apasionado interés por el mundo de los trenes parecía encauzar su futuro profesional más allá de una mera afición, puede resultar bastante difícil de empatizar en sus primeras líneas, pero se vuelve más clara pero no mucho menos compleja a medida que transcurren los capítulos. Desde el comienzo sabemos que él estuvo caminando por la finísima cuerda floja por la que pasan los que barajan la idea del suicidio, pero que al final saltó al otro extremo de esa suspensión mortal y seguir viviendo. Sin embargo, su vida y él mismo (tanto en lo físico como en lo emocional) mutará drásticamente, y sobrelleva el día a día desde entonces.
Aún así, los fantasmas encerrados siguen allí, y parecen musitarle con frecuencia, más ahora que Tsukuru parece estrechar más su relación con Sara Kimoto, quien trabaja para una importante agencia de viajes del país. A medida que ambos se van conociendo mutuamente, los ecos del pasado se hacen más vívidos y recurrentes en su memoria, y heridas que parecías más o menos cicatrizadas el dedo de la resentida duda rascará en ella aunque pueda significar abrirla de nuevo en el dolor.
Y todo ello, lo que posteriormente desencadenaría en la tentativa del suicidio, fue el repentino abandono que sufrió por sus amigos del instituto de su Nagoya natal al poco de mudarse a Tokyo para iniciar sus estudios universitarios. Hasta el comienzo de esta historia, cualquiera (incluyendo el propio lector) se cuestionaría como un grupo de tres chicos y dos chicas, tan heterogéneos entre sí como sumidos en una unidad sincera e intensa capaz de despertar la admiración de quienes los conocían, acabarían haciéndole el vacío hasta la exclusión de Tsukuru.
Esa relación de amigos idílica que prometía inmutable, sumado a los efectos psicológicos y emocionales de esa traición y a las vivencias del protagonista tras superarlo de algún modo, son los peldaños de esta trama, compartiendo él parte de ellos con Sara y la totalidad con el que sonda estas páginas, en pos de comprender el corazón de Tsukuru, quien poco a poco su pareja en potencia se convierte en un estímulo que le espoleará a buscar la verdad que no se atrevía a sacar del velo de misterios que no tuvo valor de descorrerlo de verdad años atrás.
Las cuestiones son: ¿Será Tsukuru capaz de dar los primeros pasos para alcanzar la verdad? ¿Será, ante todo, capaz de asimilarlas si la indaga hasta el final?

Los Años de Peregrinación del Chico sin Color nos desgrana la vida presente y pasada de Tsukuru Tazaki, sondada de manera visceral. El lector irá comprendiendo mejor la trama con cada capa que desprendemos del enigmático conjunto que se presenta. Vemos lo tortuosa que fue su vida, desde su propia percepción emocional, a partir del ocaso de su minoría de edad al entrar en la universidad (legalmente en Japón no se es adulto hasta los veinte años).
Dicen que el tiempo lo cura todo, aunque muchas veces sólo mitiga el dolor, hasta el punto de ser ese polvo que más de uno no le importa esconder bajo una alfombra: no puede librarse de verdad de él, no lo ve pero sí sabe en el fondo que está ahí debajo. Y a pesar de la edad que alcanza Tsukuru en el momento presente de la historia, las cuentas pendientes que le debe su pasado estarán ahí hasta que decida cobrárselas.

El estilo narrativo de Murakami realmente agrada. Una exposición profunda y fluida de principio a fin, saltando muchas veces entre el presente y el pasado de su protagonista sin desafinar esa armonía que ayuda al lector a no caer en la confusión de tales cambios de escenas.
Aunque recurre a la narración en tercera persona, consigue sumergir al lector de una manera suma y exquisitamente visceral, con una perspectiva tan visceral como si el propio Tsukuru estuviera describiendo sus vivencias actuales y pretéritas. Seguramente un punto fuerte de la escritura de este autor.

Los Años de Peregrinación del Chico sin Color cuenta con un protagonista con mucho potencial, bastante bien explotado con la buena certeza del autor, pero que aún así me encontré con matices de Tsukuru que consideré ligeramente desaprovechados; aunque un punto muy interesante son sus reflexiones y sus luchas consigo mismo en su subconsciente, donde le atormenta todo lo que retiene en su alma. Sin embargo, nada resta su calidad personal, aunque se considere así mismo un chico sin color (el motivo que da nombre al título español es que los primeros ideogramas de cada apellido de sus amigos del instituto al leerlos significan un color, tal como aclara el traductor de esta edición), él irá dando sentido al significado de su nombre de pila, que da alusión a la capacidad de creación. Tsukuru es alguien que ha sufrido un cambio, pero que el cual ya el lector se familiariza desde el comienzo, quedando el “antes” mencionado por él mismo. En resumidas cuentas, un protagonista que, en mi caso personal, que sintoniza muy bien con el lector aunque me hubiera gustado que fuese a un nivel superior.
Sara es una mujer que muchos hombres desearían, al menos, compartir una copa con ella. Atractiva, sofisticada, aún joven, con una independencia más allá incluso de lo que cabría esperar de la mentalidad más tradicional de sus compatriotas. A medida que avanza su participación en la novela, más relevante se vuelve aunque sin ganar el peso que posee Tsukuru, con el cual se divisa desde el comienzo una profunda relación, siendo ella un refugio de desahogo emocional y una fuente de consejo y aliento a todo lo que él amasó enterrado en las entrañas de su alma. Aunque hay puntos de Sara que no llegué a comprender y otros que no me agradaron demasiado.
Los cuatro amigos de la pandilla, a priori en los recuerdos de Tsukuru, se me antojaban un poco cliché de cualquier grupillo de adolescentes. Aka (rojo) el típico cerebrito al que siempre se le augura un futuro prometedor, Ao (azul) por el contrario deportista sobresaliente que nadie descartaría verlo el día de mañana como profesional. Kuro (negro) se la describe como no bella pero sí con un encanto en su físico y su personalidad, voluptuosa, de carácter fuerte y llegando a ser un tanto protectora con Shiro (blanco); este cuarto componente de aquel desaparecido quinteto es diametralmente opuesta a Kuro, pues encarna el ideal clásico de mujer en su país: bella y de rasgos delicados de muñeca antigua japonesa, esbelta, virtuosa del piano.
Estos cuatro personajes se verán mucho como los recuerdos de Tsukuru, quienes han sido en gran medida de su felicidad, sus sentimientos e incluso sus deseos en algún momento. ¿Qué pudo quebrar ese quinteto? ¿Qué será de ellos en el presente de la novela? Seguramente un punto que espolea la curiosidad del lector en los primeros capítulos, lo cual al final resulta revelador e interesante aunque sin alcanzar las prometedoras expectativas (por lo menos, en mi caso).
El elenco no es mucho más amplio más allá de estos tan cruciales que he enumerado. A más destacar Haida (otro personaje con apellido colorido, gris). Tsukuru lo conocerá durante sus años se fragua una relación que encaja desde el comienzo, y este estudiante de Física le aportará muchas cosas, en especial la pieza musical de Liszt citada en la sinopsis y que será casi un personaje más. Aún así, su papel en esta historia me pareció tan relevante como casi de relleno, tan diáfano pero a la vez tan fugaz. Por otra parte, llegó a impactarme Haida en cierto momento avanzado de su amistad con Tsukuru.

En general, la trama resulta expectante a lo largo de su transcurso. Vemos el pasado y presente de Tsukuru, y como las heridas del primero repercuten en el segundo por más que él camine siempre adelante en la rutina de su vida diaria. Cotejaremos el contraste del Tsukuru que llega a Tokyo y el que fuese en Nagoya, con los pasos del cambio progresivo; pero que aún así, eso no quita las heridas del pasado que necesitan verdaderas curas y terapias de choque.
Aunque el desarrollo fue agradable de explorar, e igualmente me satisfació ante las revelaciones que suelta al lector, no resultó tan plena como me cabía esperar al inicio. Además, su desenlace se me antoja unos puntos suspensivos más que un punto y a parte, por lo que me resultó complicado encajar con él.

Conclusión: Una historia interesante, con el pasado demasiado vívido en un tortuoso presente. Una lección de que nuestras acciones pueden marcar la diferencia, y que para saber la verdad hay que sumergirse en las profundidades del ayer para comprender y seguir adelante, y quizás reparar o encontrar la paz con uno mismo.


Mi valoración global: 4/5


martes, 5 de mayo de 2015

Crítica personal: Cazadores de Sombras 6 Ciudad del Fuego Celestial

Título: Cazadores de Sombras 6 – Ciudad del Fuego Celestial
Título original: The Mortal Instruments 6 – City of Heavenly Fire
Autora: Cassandra Clare
Editado en España por: Destino

Sinopsis:

La oscuridad ha regresado al Mundo de los Cazadores de Sombras. Mientras su mondo se desmorona, Clary, Jace, Simon y sus amigos deben unirse para luchar contra el mayor enemigo al que se han enfrentado los nefilim jamás: el hermano de Clary, Sebastian.

En la lucha por intentar derrotarlo se perderán vidas, se sacrificarán amores y el mundo entero cambiará en el sexo volumen de la serie Cazadores de Sombras.

Llega el esperado final de la saga de Los Instrumentos Mortales.

Crítica personal (puede haber spoilers):
Dado que es el último título de una larga saga, será inevitable que caiga en algún spoiler de lo que deba considerarse sabido de antemano, sumándose su vinculación estrecha con otra trilogía de la autora (Cazadores de Sombras: Los Orígenes) puede que surjan spoilers a la misma. Es altamente recomendable no leer esta opinión si no se han leído los cinco títulos previos y la trilogía antes citada.

La trama protagonizada por Clary, Jace, Simon y demás personajes toca a su fin con Ciudad del Fuego Celestial. Mis expectativas previas a tener este libro en mis manos estaban bien altas; por un lado con el soberbio final de Princesa Mecánica, esperando en consecuencia una calidad pareja en este caso; y por otro por el buen sabor de boca que me dejó la lectura de Ciudad de las Almas Perdidas. Tras aventurarme en este desenlace (que en realidad debería considerarse un punto y a parte, no un punto y final), debo reconocer que Cassandra Clare me ha satisfecho en enorme medida, y seguramente la mayoría de los fans de esta saga opinarán igual.

El quinto libro dejó en vilo al lector hasta su última línea. Por una parte, la amenaza real y más que factible que implica el nombre de Sebastian para toda la comunidad de los cazadores de sombras. Y por otra, por citar algunos ejemplos de lo que afecta más directamente al elenco principal, tenemos un Jace potencialmente peligroso al tacto por el fuego celestial corriendo por sus venas y un Simon vulnerable ante quienes desean verle aniquilado tras perder la Marca de Caín, sin olvidar las relaciones que en el anterior título se rompieron, que se quedaron sin definición nítida, o que se reconstruyeron aunque con “peros” que no las hace plenamente idóneas al final.

El peligro de Sebastian, tras crear cazadores de sombras oscuros (llamados Obscurecidos) con la denominada Copa Infernal, no se demora en causar sus primeros estragos sobre sus enemigos, haciendo actuar a todo el Enclave pero más bien dando palos de ciego ante lo meticuloso y ponzoñoso que es el modus operandi a la altura de Valentine Morgenstern; aunque en este caso el hijo va mucho más allá en ambiciones egoístas, crueldad insensible y maldad demoníaca.
Por su parte, Clary sentirá la inquietud tanto por la sombra de su hermano como la frustración comprensiva de haber recuperado a Jace pero que la menor caricia podría ser dañina, entregada a ayudarle. Sin olvidarnos el caos y los cambios que han sufrido sus amigos.
Pero tanto en la guerra abierta entre nefilim y obscurecidos, con cada facción de los subterráneos salpicada en mayor o menor medida en el ajo, como por lo propio de las piezas claves de este entramado (donde no falta el factor romántico), habrá un claro antes y después.

Es francamente difícil dar una opinión demasiado extensa y precisa en detalles sin quitarle la gracia que tiene este libro, parte de una de las que considero mejores sagas juveniles contemporáneas que mezclan fantasía, acción y romance (con un final que casa bien en el paladar narrativo del lector como muy pocos autores actuales del género logran). Pero tengo la certeza de quienes han disfrutado del comienzo, o que lleguen a hacerlo si aún no lo han hecho, no se sentirán defraudados ni se les hará indiferente este broche final.
Ante todo, Ciudad del Fuego Celestial es un libro que claramente supera en envergadura a todos los predecesores (incluyendo Los Orígenes) con sus más de 650 páginas (dividida en dos partes tras el prólogo: Sacaré un fuego y Ese mundo invertido, más un epílogo de una envergadura poco habitual respecto a la habitual en estas últimas páginas de una novela). A priori, esto puede dar que pensar a más de uno de que será un desenlace denso y cargado, lo cual, en cierto sentido, lo es; incluso he llegado leer opiniones que aseguran que sobraba cerca de un tercio de lo que se narra.
Cierto que esta sexta parte de Los Instrumentos Mortales es muy intensa, en todos los sentidos, pero para nada tediosa de sondar. Se aprecia en cada línea ese encanto que a más de uno nos atrapó con Ciudad de Hueso, sumándose la madurez de la trama curtida en la larga secuencia hasta llegar a este apoteósico final. Lo que sí es aconsejable, por mi parte, es tomarse con calma la lectura de Ciudad del Fuego Celestial, porque tal intensidad de emociones y de situaciones (que a veces dan esos abrumadores giros de 180 grados que nos tiene acostumbrados la autora) considero necesario tomarse algún respiro para asimilar estas últimas cartas de esta partida.
Y francamente, no hallo ni una sola frase de más. Esta envergadura es más que justificada teniendo en cuenta que, hasta este punto, son un buen número de principales, secundarios, e incluso terciarios (tanto entre buenos, malos, buenos no tan buenos y malos no tan malos), que se merecen su participación a más no poder; porque incluso los lienzos más sublimes necesitan pinceladas sutiles que no siempre se aprecian a primera mirada para que sean dignos de ese elevado adjetivo. Por un lado, los que irremediablemente morirán (ya dejó constante la autora que “rodarían cabezas” en este desenlace), por otro los futuros protagonistas de Los Artificios Oscuros que aquí son más jóvenes y secundarios para familiarizar al lector con ellos de cara a esta próxima trilogía de Cazadores de Sombras, y finalmente aquellos que sobrevivirán y que no volveremos a ver en la saga, o que quizás reaparezcan de manera puntual en próximas entregas.

Se lee a Cassandra Clare de principio a fin en todo su exponente, sin verse ningún cabo suelto en su desenlace, salvo lo referente a los que acarrearán el futuro de la línea temporal de la saga. Nos hace danzar entre un amplio abanico de escenas y emociones que nos arrastra la narración y los propios personajes, una armonía que no desafina incluso cuando pasamos repentinamente de un momento cruento o de acción a otro más bien ameno o pasional, con una intensidad digna del punto de ebullición alcanzado.

Si se echa la vista atrás a Ciudad de Hueso, vemos el cambio enorme en sus protagonistas tras esa maduración propia de un buen desarrollo y evolución de los mismos dentro de la trama, ésta curtida a la par. Quedó atrás esa Clary tan trémula pero no falta de resolución cuando empezó a conocer la realidad de los nefilim, o ese Jace tan en apariencia de guaperas malote y perfecto que en el fondo tenía un trasfondo con mucho potencial a explotar.
Clary no solo madura bien como personaje, también da un buen sprint para ser más similar a sus compañeros cazadores de sombras (incluido en el aspecto combativo, que en cinco libros ha sido más bien una asignatura que siempre le ha quedado para septiembre), con lo que nos encontramos al final del libro con una nueva Clary, la misma pero diferente a la par.
Pero sin duda alguna Jace, desde mi punto de vista, es quien ha dado mayores avances en su desarrollo. Al final del libro sigue siendo el mismo en su naturaleza intrínseca, en muchos aspectos básicos de su personalidad, pero todo aquello áspero que el mismo sentía a raíz su trasfondo y de ciertos acontecimientos a lo largo de la saga  mutará para darnos al Jace resultante al final.
Además, con respecto a esta parejita, muchos fans (en particular las féminas) se verán plenamente satisfecha una espinita clavada desde Ciudad de los Ángeles Caídos (y no digo más)…
En cuanto a Simon, Isabelle, Alec y Magnus, todos ellos llegaron a conmoverme con sus acciones, sus elecciones y emociones a lo largo de este libro. Simplemente, me han dejado un estupendo sabor de boca y un grato recuerdo como personajes de esta saga. La autora supo darles juego desde el comienzo, y el broche final que aportan a sus propias historias no es para menos. Estos cuatro personajes me han hecho disfrutar de la historia como siempre lo han logrado.
Emma Carstairs (este apellido le sonará a más de uno) y Julian Blackthorn son los más destacables de entre los nuevos y aún jóvenes que tomarán las riendas en Los Artificios Oscuros, con una relación entre ellos que nos recuerda en buena medida a la de Will y Jem en Los Orígenes, aunque en este caso sean una pareja mixta de amigos que toma algunos matices a la férrea cadena que en este sentido une a Clary y Simon; pero a lo largo de Ciudad del Fuego Celestial veremos que su relación también hay diferencias notables respecto a los dos ejemplos citados, empezando con esa complicidad tan sincronizada entre ella y él. Conoceremos unos buenos retales de sus personalidades (y del resto de la familia de Jules), así como sucesos que en este libro les salpicará y cambiarán sus vidas, haciendo un gancho bastante acertado para arrastrarnos a los siguientes tres libros que la autora amenaza con lanzarnos y conquistarnos como hizo a muchos con los publicados hasta la fecha.
Luke, Jocelyne, Maryse y Robert Lightwood, Maia, Jordan, Raphael y otros tantos que han tenido su presencia en mayor o menor medida a lo largo de la saga, unos tendrán más suerte que otros, unos cabos están mejor atados en algunos casos y sus vidas (quienes sobrevivan, claro) puede que no lleguen a ser lo que eran tras los acontecimientos cruentos y decisivos que comenzó con las aspiraciones de Valentine Morganstern.
No sólo desfilará el futuro junto al presente, pues el pasado se enlaza de manera sutil, para ensamblar una cadena, siendo este “ahora” que toca a su fin un puente que conecta el antes y el después de todo lo que comenzó en la discoteca Pandemonium.
Y por último, he de dar mención a Sebastian, un villano que destaca por un atractivo tan magnético como inquietante que sólo era menguado por la maldad que recorre sus venas; todo un hijo de su padre en ese aspecto que logra rebasarlo con creces. En Ciudad de las Almas Perdidas me perturbó y sorprendió en ciertos puntos de esa historia, y al final en este volvió a dejarme estupefacto en el último tramo (y lo dejo en el aire para no chafar a nadie y espolear al lector potencial, pero simplemente “chapó”).
Sin duda, una vez más todos los personajes rebosan personalidad, preñados de vida que realza la vida propia de la historia.

Sobre el desarrollo de este último episodio, sigue la tónica de siempre con todas las virtudes que la autora logra preñar en cada página. Lanza esas pequeñas piezas mientras interactúa el elenco, y es llegado cerca del final cuando todo cae sobre el escenario para encajarlas.
Tanto el último tercio de la novela como ese epílogo me agradaron mucho, e incluso me atrevería que su final me gustó demasiado… Sí, algo complicado de entender incluso para mí. Este título en concreto se convierte especial por ser uno de esos casos que me guste demasiado y que ello conlleve a un sabor de boca distinto, pero que dudo que hubiera tenido que acabar de otra forma The Mortal Instruments. En resumidas cuentas, un final estupendo pero que me agradó más incluso de la cuenta, por lo que me he visto discutiendo conmigo mismo a la hora de darle una valoración numérica para esta reseña; y como siempre estuve batallando entre la subjetividad de “personal” y la objetividad que se merece toda “crítica” que se precie. Y aunque me he decantado por la que veréis más abajo, yo le habría puesto una nota mayor más próxima a la máxima.

Pero no se puede decir que esto realmente acabe tras las últimas líneas de su epílogo, pues para los que han acabado enamorándose del mundo de los nefilim (como un servidor), no es más que un punto que más adelante veremos si es “a parte” o “y seguido”, según el grado de vinculación que pueda existir la siguiente trilogía con respecto a esta saga que acaba con este episodio o incluso con Los Orígenes.

La portada se veía venir, más o menos, como iba a ser, si en Ciudad de los Ángeles Caídos aparecía Clary con Simon, y en Ciudad de las Almas Perdidas con Jace, era lógico que esta vez la acompañara el otro muchacho que quedaba más relevante y cercano a la chica protagonista. No cabe duda de que sigue estando a la altura de las demás cubiertas de Cazadores de Sombras.

Conclusión: Una historia ya muy desarrollada, como siempre personajes y situaciones que nos mete de lleno en cada página, con un final tan sorprendente como intrigante. Muchos dirán que se podría haber quedado perfectamente la historia de Clary y Jace en Ciudad de Cristal, quizás sea así desde cierto punto de vista pero esta “segunda trilogía” de The Mortal Instruments no me decepcionó, pues ha logrado grabarme a fuego lento un bello recuerdo en ese rincón que le tengo dedicado a este tipo de narrativa. Ahora toca esperar a Los Artificios Oscuros.


Mi valoración global: 4,5/5